Si estás cansado del típico viaje de turismo urbano y te apetece una escapada relajada y fuera de lo normal, te presentamos la joya de Marsella: les Calanques. Conocidas por sus espléndidos paisajes, esta veintena de kilómetros de pequeñas calas constituyen el destino perfecto para hacer montañismo o disfrutar de un relajado baño en un escenario paradisíaco. Súbete a un tren de
Renfe-SNCF en Cooperación y descubre los secretos de este parque natural a menos de 5 horas de Barcelona.
Surgidas en la costa que une Cassis y Marsella, esas pequeñas calas forman una sucesión de blancos acantilados calcáreos que se precipitan sobre el agua turquesa, uno de los paisajes naturales más escarpados y abruptos del Mediterráneo.
Se puede acceder de distintas formas, desde alquilar un coche o coger un autobús en el centro, hasta hacer una excursión guiada a pie, en piragua o en barco; pero hay que tener en cuenta que hay ciertas restricciones de acceso en vehículo privado y el tráfico está muy regulado.
A continuación, nuestra propuesta para esta inolvidable escapada de este a oeste de la Costa Azul:
Cassis
Puerto del Cassis
El itinerario comienza en
Cassis, pintoresco puerto pesquero de la Costa Azul que destaca por el colorido de sus casas y barcos, sus paisajes plagados de viñedos y su gastronomía costera. Este pueblo, a pies del
Cap Canaille, el acantilado más alto de Europa, es uno de los secretos mejor guardados del Mediterráneo, conocido por su vino y las mejores vistas de la Costa Azul.
Port Miou y Port Pin
Calanques de Marsella
Rumbo a Marsella, la primera calanque que encontramos es la de
Port Miou, la más conocida y extensa, cuyas escarpadas paredes se adentran un kilómetro y medio hacia la costa.
Más adelante cruzamos Port Pin, conocida por el esmeralda de sus aguas y tras la cual se extienden las salvajes Calanques en su mayor esplendor.
En-Vau
Calanques de Marsella
Una de las más conocidas y valoradas por los escaladores, es la sublime calanque de En-Vau, cuya playa de arena blanca y agua cristalina nos conduce a la Gruta del Diablo, una poderosa cueva esculpida por las olas. No muy lejos se encuentra Castelviel, una meseta de crestas calizas que ofrece unas espectaculares vistas desde el mar, tras la cual despuntan los 460 metros de acantilado de la Grande Candelle.
Devenson
Acantilados de las Calanques de Devenson - Dolorette BERNARD, Wikimedia Commons
Enseguida aparece ante la vista la vertiginosa calanque de
Devenson. La culmina el
Ojo de Vidrio, una poderosa roca excavada en lo alto del muro que se ha convertido en un impetuoso faro natural por sus reflejos calizos.
Morgiou, Sormiou y les Goudes
Vistas desde una de las Calanques de Marsella
Guiados por la brisa marina y el perfume del bosque de pinos alcanzamos las calanques de
Morgiou, la de
Sormiou y les
Goudes; habitadas por pequeñas cabañas donde viven y trabajan pescadores marselleses y que, frecuentemente, se convierten en restaurantes improvisados donde degustar un buen plato de sardinas; lo cual hace ideal esta última parada del salvaje macizo de Calanques antes del primer puerto marsellés.
Sugerencias
A pesar de ofrecer unas increíbles vistas, hay que tener en cuenta que este maravilloso recorrido de Calanques cuenta con senderos y caminos de piedras y una meteorología muy variable. Es por eso que te aconsejamos llevar el equipamiento adecuado –mochila, calzado, agua y protección contra viento, sol, lluvia y frío– para no sufrir ningún imprevisto.
Te recomendamos ir durante la temporada de primavera-verano, en especial a últimas horas de la tarde –de 5 a 8–, cuando los franceses están cenando en casa y las playas vacías nos ofrecen las mejores vistas.
Y si quieres seguir rodeándote del más puro estilo francés, puedes visitar muchas otras ciudades conectadas por los trenes de Alta Velocidad que te llevan de centro a centro de la ciudad:
Perpiñán,
Carcasona,
Toulouse,
Narbona,
Béziers,
Agde,
Sète,
Montpellier,
Nimes,
Aviñón,
Aix-en-Provence,
Valence,
Lyon
o
París.